La UICN, en su interés de contribuir con la conservación de la biodiversidad, ha venido trabajando desde el 2004, en la elaboración de una herramienta que permita la evaluación sistemática de los ecosistemas, considerando los procesos ecológicos y las interacciones entre especies (Rodríguez et al. 2007). En el 2014 el Concejo de la UICN adoptó, como estándar global, una serie de Categorías y Criterios que constituyen el fundamento de la Lista Roja de Ecosistemas (LRE) (Keith et al. 2013).
La LRE es una herramienta de interés para la conservación y el manejo de los recursos naturales, pero ante todo es una herramienta de evaluación de riesgos. Las unidades de análisis son los ecosistemas, cuyos límites son una aproximación a la distribución espacial de las entidades ecológicas. La LRE constituye un insumo importante para los procesos de priorización o valoración de ecosistemas para su conservación, o la sostenibilidad de los servicios ecosistémicos o unidades culturales.
Sin embargo, puede usarse como insumo o información de contexto de esos procesos. La LRE permite la identificación de amenazas y alertas tempranas para apoyar la priorización y cumplimiento de objetivos de conservación, y la identificación de prioridades de restauración y monitoreo como respuesta al cambio climático. También contribuye en escenarios como la educación ambiental, impulsando a la conciencia colectiva sobre la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, así como la planificación del uso de la tierra y la legislación ambiental. Contribuye al seguimiento de las Aichi Targets, especialmente la 5, pero también a la 11, 12, 12, 14, 15 y 16 (IUCN 2014).
Dependiendo del tipo de ecosistema evaluado dentro de una categoría de alto riesgo se tendrán que considerar algunas políticas específicas. Por ejemplo, si se trata de un ecosistema boscoso se deberá aplicar la Política de Bosques (1996) y el Plan Nacional de Desarrollo Forestal (COLOMBIA 2000), ya que uno de sus objetivos es la restauración y conservación de ecosistemas boscosos degradados, así como la protección de bosques degradados. Si por otro lado se trata de ecosistemas costeros, como bosques de manglar y/o bosques de transición como Natal y Pangal, será necesaria la incorporación de la política nacional ambiental para el desarrollo sostenible de los espacios oceánicos (COLOMBIA 2001) y el Programa nacional de uso sostenible, manejo y conservación de ecosistemas de manglar (COLOMBIA 2002b). En el caso de ecosistemas de alta montaña, se deberá tener en cuenta el Programa para el manejo sostenible y restauración de ecosistemas de la alta montaña colombiana (COLOMBIA 2002c). Por otro lado, si se trata de ecosistemas de zonas secas se deberá considerar el Plan de acción nacional de lucha contra la desertificación y la sequía en Colombia (COLOMBIA 2004), debido a que uno de sus objetivos es el manejo sostenible de estos ecosistemas.